domingo, 1 de noviembre de 2009

UN DIA DE MAYO

 UN DIA DE OTOÑO

Mirando el cielo gris a través de los cristales
lentamente verifico exhaustiva el paisaje,
¡Y siento frío! Al fisgar la desnudez de los árboles.
¡Pero disfruto la textura que dejan ver!

La brisa que adivino, con sabor a humedad
de bosques quejumbrosos y crujiente esterilla
pincelada de colores ocres matizados,
caminos dorados que retumban al pasar.
 
Triste me cobijo en el recuerdo del adiós
y entre las esperanzas de un mañana mejor.
Las hojas van cayendo… como caen los días
lentos, sin apuro; como las horas sin ti.
Ese día de otoño de rara brillantez…
fue la última vez que le vi… mi progenitor
a la eternidad emigró, con su alma desnuda
sin más equipaje que amor en el corazón.

Huérfana de su gran cariño, ¡Por mi imploré!
Cada noche, en un susurro casi imperceptible
que un ángel me fuera enviado desde el más allá.
¡Un ángel que me cobijara con sentimiento!


 Y al siguiente otoño llegaste tú, ¡Amor!
rebosante de dulces ternuras infinitas,
alabanzas traídas del cielo para mi,
con esa sonrisa divina que me cautivo.
Quiero creer... con firme certeza que él te envió.
Ese día que se fue para no regresar,
la misma fecha, a este mundo llegaste tú,
fue señal divina, para amarte hasta el final.
  ¡Son melancolías de otoño, en mi corazón!


Irene del Carmen Vergara
Todos los Derechos Reservados por el Autor

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