FUE AQUEL DÍA
Fue aquel día en aquella habitación,
bajo la penumbra, solos al fin tu y yo
y aquella brisa que incitó al amor.
Estando entre tus brazos, ¡Mi alma lloró!
Un sollozo al que tú respondiste
con suaves caricias y besos también.
Después… el abandono de mi cuerpo,
la calidez y la tersura de tu piel,
tus manos sabias en mi cuerpo blanco
¡Como dulce bendición!
Tu boca ardiente quemaba al besar,
y tus labios de carmín…
besabanme insaciables
como si me quisieras deshojar.
Fue la dicha mas intensa
que se pueda imaginar,
cuando sacaste de mí ser
la blancura de mi alma
y del cuerpo la pureza.
Mientras tus brazos, cual enredadera
aprisionabanme como si me fuese a escapar,
de la dicha más dulce y sublime
que Dios nos pudo dar.
Fue aquella tarde entre penumbras,
lo recuerdo con esta melodía,
que entre besos y caricias me dijiste
en un susurro… ¡Ya eres mía!
Irene Vergara Derechos de Autor
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