MENDIGO
Lloraba sin consuelo el hombre su pena
y en la vida, sin nadie que lo cuidara,
sin dinero, sin prole ni hogar… ¡Condena!
Yo le ofrecí un techo que lo cobijara,
un albergue, un lugar y un pan en mi mesa,
calor de hogar familiar que lo abrazara.
Fui su mejor compañía con certeza.
Y lloramos al abrigo de un bracero
de lo que le tocó vivir con rudeza
Era fidedigno, veraz y sincero.
pero un mal incurable aquejó su vida
con un fiero infierno de dolor severo.
Fue el principio de su existencia abatida
como un mendigo, afligido ¡Mas lloraba!
Por la terrible enfermedad declarada.
Escucharle sus lamentos consternaba,
impotencia de no poder hacer nada
Atribulada mi pobre alma calaba.
Su mano, como una esperanza enganchada,
suplicante, me parece que decía:
¡No me dejes! y mantén mi alma aferrada.
Que cuando la dama negra, como arpía
me separe para siempre de tu lado.
Si una lagrima cae… ¡no es cobardía!
Así se fue su existir infortunado,
una leve sonrisa que agradecía
haber concluido su vida acompañado.
Irene Del Carmen Vergara
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