EL CABALLERO Y YO
Despiadada distancia que de vos me separa,
socava la esperanza que se anida en mi pecho,
¡Siento vuestro amor perdido! El corazón deshecho
por esta larga ausencia que quisiera acabara.
Es mudo este silencio que enmarca mi tristeza
y grande es este agobio de no poder tenerte,
se vuelve pesadumbre y me lleva hasta la muerte,
amarte y no tenerte me llena de braveza.
Un sueño maravilloso eres vos en mi vida,
de encontrarte, mi señor, estoy agradecida;
eres luz , esperanza y fe en mi senda florecida
y llevo aquí en mi pecho la promesa encendida.
Perdido afán el mío que la distancia hiere,
va marchitando el alma , demasiada felonía
es quebranto del llanto, ¡No verte una agonía!
Pavor le tengo al miedo que de mí se apodere.
Cerrar mis ojos quiero y volar al paraíso,
aferrarme a tu pecho y fundirme en un abrazo
uniendo nuestros cuerpos atados con un lazo,
¡Con cuerda indestructible sellar el compromiso!
¡Hermosa y dulce niña! ¡Razón de mi existir!
¡Candor y primavera! En mi pecho la alborada,
en sueños la quimera de rosa perfumada,
el amor que yo esperaba para poder vivir.
Mi noble caballero, motivo de mi alegría
y la causa del dolor que por tu ausencia siento,
pero en la larga espera ¡Jamás abdicaría!
aunque cada nuevo día me llene de tormento
¡Ya no puedo dejarte! ¡No! No quiero más llantos,
en tanto mi corazón se aferre a tu blanca alma,
si llenas mi cuerpo con tu boca y tus encantos
si tus labios me besan, mi corazón se calma.
De tu dulce palabra y de tus versos yo me lleno,
mi corazón se colma de tu deliciosa labia.
Más yo, mi bien quisiera llenarme de tu savia,
de la fuerza de tu alma de espíritu sereno.
Tu vientre se encenderá con llamas de mi fuego,
¡Te llenaré de savia! Seré una lava en tu piel
recorriendo tus montes como un deseo ciego,
como lluvia en el desierto impregnando tu vergel.
¡Venid pronto os ruego para calmar mi sed de ti!
hace tanto que os espero, que ya no soporto más,
¡Es tanta la soledad que se apodera de mí!
¡Ven, quédate por siempre, no me dejes jamás!
Ya no está muy lejano el día que tus blancas manos
gélidas de caricias de mí se queden llenas,
y que un deseo intenso te corra por las venas
y en sagrado rito nos amemos muy ufanos.
¡ DIOS ilumine tu día, como tú mi vida!
que la luz alumbre tu camino a mi morada.
Ámame eternamente, deja mi alma prendida
eternamente a la tuya, por siempre encadenada.
Irene Vergara / Mario Alberto Matuz
Derechos de Autor
2010
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