Siembra y Cosecha
Con cuanto esmero el labrador ara para depositar en esa tierra
húmeda y fértil, las semillas que con afán cuidará, para recibir
la dádiva divina del fruto bendito que lo ha de sustentar.
En vigilia permanente para que los roedores no jamen sus
esperanzas, rogando al cielo para que detenga la lluvia y no
arrase sus anhelos… así, con ese mismo esmero fui dando
a mi paso por la vida, ¡mucho amor…!
Abriendo caminos intransitables, escarpados y con la
certeza que jamás volvería, dí lo mejor de mí… lo mejor que podía
entregar. Con esa alegría que invade y agiganta el alma, al ver
sonrisas complacientes… sonrisas felices con la mirada iluminada.
¡Cuántos se dan por entero!
En la espera impaciente de obtener una buena cosecha…
y en vez de abrazar el fruto se quedan con las manos vacías.
¡¡¡Vacías de todo!!!
Sin vestigios siquiera de lo que pudo ser… las manos enlodadas,
frías…hielo deshecho en su calidez. Hielo que sube como un
torrente de sensaciones álgidas ; de impotencia,desencanto…
decepción,tristeza que baña y empaña la alegría de dar.
Mas, nunca falta esa mano tendida, que te levanta el alma; mano
bondadosa que llega sin esperarla, sin siquiera imaginarla.
Y llena las tuyas, sin decir nada. Te brinda calor para
desentumecer tus manos y poder estrechar esa mano solidaria.
¿¡Cómo olvidar, me pregunto, ese gesto tan lleno de nobleza!?
A Dios gracias hay recompensas, que dan a nuestro corazón ese
equilibrio necesario para no desfallecer, y para seguir sembrando
por la vida semillas de amor, dulzura, y esperanzas.
¡Sueños que a veces, con tan poco, podemos hacer realidad!
Y siempre habrá un mañana, un nuevo sol alumbrará la tierra
y volverán a germinar “otras” semillas… con nuevas esperanzas...
y todo comienza de la nada otra vez… se vuelve a creer, a confiar,
a ver brotes nuevos que se empinan firmes, asegurando quizás…
¡Una cosecha mejor!
Y vuelve la tierra a ofrecer su vientre generoso para volver
a sembrar… así yo, vuelvo a dar, a sentir que se engrandece
mi espíritu, que me llena de paz y tranquilidad el corazón.
Aprendí que no todo lo que se siembra se cosecha bien…
¡Pero hay que volver a sembrar!
¡Siempre… siempre una vez más!
Irene Vergara
2010
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